Cocina emociones conmigo

Foto de la psicoterapeuta, formadora y coach empresarial Cynthia Nehama

Comienzo esta serie de artículos y reflexiones, acompañados de clips de vídeo, confiando en que puedan servir de ayuda u orientación a personas con malestar emocional o simplemente con ganas de mejorar su vida.

¿Por qué la metáfora de la cocina para el mundo emocional? Una de las preguntas que más escucho es si existe la receta para ser feliz. Me gusta pensar que cada uno lleva su manual de cocina, entendiendo que cocinar es vivir.

Todos somos hijos: he aquí nuestros ingredientes básicos, los recibidos de nuestros padres.

Todos sumamos aprendizajes, alegrías y sinsabores: vamos sumando ingredientes a la despensa. Muchos recordamos la importancia (que no determinismo) de los sabores de la infancia. Y de algunos sabores y sinsabores de la edad adulta.

Todos realizamos guisos con esos ingredientes: logros, derrotas, satisfacciones y nos alimentamos de lo que hemos guisado. En ocasiones se lo ofrecemos a otros.
Todos hemos nacido en un contexto (la cocina) y con unos medios (los utensilios).

Todos nos hemos visto mirando esos ingredientes, utensilios y cocina con más o menos sensación de estar bien armados para cocinar (vivir).
Y se puede observar que, con los mismos elementos, unos hacen maravillas y otros ni siquiera encienden el fuego. Esto convierte cocinar (vivir) en un ejercicio de libertad y responsabilidad por definición.

Algunos sólo o principalmente guisan para sí mismos y otros sólo para otros. Y no podemos decir con exactitud quién será feliz, sino en función de su forma de ser y del significado que le otorguen a estos hechos.

Algunos, al ir sumando platos propios y ajenos (experiencias) nos damos cuenta de que quizá no valoramos lo suficiente algunos de ellos o que pasamos demasiado tiempo alimentándonos de los que no nos sentaban bien. Desde mi puesto de pinche de cocina he visto más serenos a los que consideran que todo era necesario para estar aquí y ahora siendo ellos mismos.

E igual que sucede con la cocina, la presencia de un sabor, los matices detectados, el disfrute o sufrimiento con el que abordamos esos platos tiene que ver con nuestra historia, con nuestras percepciones, nuestras creencias de lo que es bueno o es malo, nuestras expectativas… No se puede valorar el plato sin mirar esto bien de frente.

Adentrarse en el autoconocimiento y caminar hacia la serenidad suponen hacer un acto de aceptación de los ingredientes, utensilios y elementos recibidos y dar un paso más. Es necesario tomar conciencia de que en este proceso co-creamos más la realidad de lo que suponemos.

Te propongo revisar todos estos conceptos y desde hoy mismo plantearte qué te ofreces para comer hoy.

Reflexiones para cocineros: a través de estas metáforas, mira tu vida y considera algunas propuestas:

Si te imagino en frente de tu cocina, mirando sus ingredientes y utensilios disponibles y deseando secreta o explícitamente que fuesen otros… Puede parecer que no estás para ver lo que pueden ofrecer. Te propongo mirar lo que está aquí, al alcance de tu mano, esperando que lo cojas y comiences a cocinar.

Si te imagino siguiendo recetas paso a paso y al pie de la letra con miedo a fallar, o sufriendo si no hay receta, puede parecer que dependes de una guía completa para cocinar cualquier cosa. Te propongo empezar por improvisar cosas sencillas y añadir cada día un pequeño o gran reto.

Si te imagino guisando varios platos a la vez, con diferentes ingredientes, cocciones y tiempos de vigilancia, corriendo de un lado a otro con brusquedad… Puede parecer que has confundido la cantidad de cosas con eficiencia o sobreestimado tu disponibilidad para atender varios frentes. Te propongo mirar lo que necesita el comensal y priorizar ciertos guisos en función de los recursos disponibles.

Si te imagino intentando por enésima vez el mismo plato sin llegar al resultado esperado… Puede parecer que no eres eficaz. Te propongo preguntarte que hay detrás de esta necesidad de conseguirlo, qué supone esto para ti, y si hay otras formas posibles de conseguir lo mismo con otros pasos o con otro plato. O quizá simplemente aceptar que ese no será un plato frecuente o siquiera presente en tu repertorio.

Si te imagino en frente de un plato cocinado por ti demasiado salado, duro o quemado… Puede parecer que no sabes cocinar. Te propongo ver qué se puede aprovechar, investigar qué ha pasado y volver a empezar con ese aprendizaje.

Si te imagino en frente de alguien que prueba tu plato con gesto de desaprobación o ausencia y te veo dispuesto a subirte al caballo de la cólera o la tristeza… Puede parecer que no estás mirando más allá de un plato. Te propongo mirar para quién cocinas, cuántos guisos le has propuesto y con qué resultados, qué ingredientes tenían y si le habías puesto cariño y si quieres seguir cocinando juntos.

Si te imagino al terminar de cocinar con la cocina manchada, llena de ingredientes, utensilios, mondaduras y olores…. Puede parecer que estás en un campo de batalla desolador. Te propongo, empezar por liberar espacio, y ver la oportunidad que hay de limpiar, recolocar, poner más cerca lo que más necesitas. Y también considerar que, gracias a esto, aquí están los guisos, o al menos, el aprendizaje.

Si te imagino cortando cebolla y llorando, o cortando zanahoria con mucho esfuerzo, puede parecer que lloras o te esfuerzas demasiado. Te propongo, mirar la aportación de esos ingredientes al guiso final. A veces son necesarios y otras veces, sencillamente, prescindibles.

Mira tu vida a la luz de estos símiles. Coloca, prioriza, recoge y vuelve a empezar.

Y por supuesto, cuando veas a otros cocineros en estas situaciones, puedes ofrecerte a ayudar. Y si no quieren o pueden recibir ayuda, apártate, dales espacio, quizá lo necesitan para ver lo que para ti es evidente. O quizá no lo vean nunca. Puedes aceptarlo o pelarte con la idea hasta que uno de los dos caiga.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *