¿Qué puedo hacer con mi ira?

Mujer joven con cara iracunda para la entrada sobre la ira del blog de psicología de Cynthia Nehama

La ira es una de las hermanas repudiadas en el mundo emocional. Parece que lo deseable para todo ser humano es ir, como un experimentado monje budista, caminando unos centímetros por encima de los agravios, ataques y malestares que ofrece la vida.

Si te pido que imagines una persona con ira o rabia, es probable que imagines a alguien tenso muscularmente, enrojecido, hablando en tono elevado y profiriendo maldiciones. No tiene por qué ser así. La ira, como las demás emociones primarias, tiene su función, y es una función adaptativa, útil para la supervivencia.

Sentimos ira cuando un obstáculo se interpone entre lo que queremos y nosotros mismos. Cuando es intensa, experimentamos con claridad su traducción en el cuerpo, que se prepara a eliminar el obstáculo en cuestión. Ejemplo: Soy estudiante, he hecho un trabajo que me ha costado mucho esfuerzo y me asignan un suspenso como nota. O mi hermana vuelve a decirme que está muy ocupada cuando le pido que me ayude en el cuidado de nuestra madre enferma. O me llega un teléfono último modelo en el que me he dejado la mitad del sueldo con la pantalla rota.

Nuestra ira se vuelve un problema cuando deja de servir a un propósito legítimo y proporcional al tamaño de la amenaza: cuando nos enajenamos (es decir nos hacemos ajenos a nosotros mismos). Siguiendo los anteriores ejemplos: subo al despacho del profesor y le propino un golpe, rompo la relación con mi hermana hasta la tumba o me dejo las cuerdas vocales chillando a la persona que me coge el teléfono en atención al cliente cuando llamo para reclamar.

También puede ser un problema hacer ímprobos esfuerzos por contenerla para que termine reventando hacia dentro (nuestro cuerpo, nuestra mente) o hacia el que “pasaba por allí”, que suele ser alguien querido, que nos observa entre el sobresalto o peor, su propia rabia en espejo.

Pero ¿puedo yo cocinarme mi propia ira de forma que no me dañe y sirva a su propósito? Te ofrezco algunas claves para ello en el siguiente vídeo:

Mi sugerencia es que, si la cosa va más allá de la enajenación más o menos transitoria, y te das cuenta de que tú tienes algo pendiente con esta emoción, puede ser interesante replantear una serie de puntos sobre ti y tu vida.

  • 1º. Pregúntate acerca de los disparadores, lo que te provoca ira ¿son los mismos tipos de cuestiones? ¿o es contra todo y todos? La ira poco adaptativa te manda un mensaje sobre ti, mucho más que sobre lo exterior, como anuncia el maestro Thich Nhat Hanh.
  • 2º. Revisa tus modelos respecto a esta emoción. Si nuestros padres o figuras de referencia la gestionaban deficientemente, probablemente nosotros hicimos un aprendizaje temprano también deficiente.
  • 3º. Revisa tus expectativas: ¿son realistas? ¿son flexibles? O sea, estás debajo del olmo pidiendo “por favor, una pera, aunque sea chiquitita…”
  • 4º. Revisa tu voluntad de mirar tu co-participación en el juego (tú eres co-responsable cuando te sientes mal) y tu voluntad de cambiar la manera de relacionarte contigo mismo y con los demás. Me dice la experiencia que este punto es absolutamente crucial. Me ocurre cuando la terapia es un éxito y me felicitan tanto como cuando no lo es: me quedo observando la escena, con el farolillo en la mano que ilumina el camino. A veces triste, a veces sorprendida, siempre consciente de que el camino saludable que puede parecer evidente, requiere un esfuerzo que a veces no queremos/ podemos hacer.

En todo caso emerge con claridad que nuestro principal don, la metacognición, la capacidad de pensar sobre nuestro pensamiento, es una de las mejores soluciones para dar una buena salida a cualquier emoción. Recuérdese el chiste del gato hidráulico… https://www.alvarotineo.com/blog/2012/09/10/el-chiste-del-gato/

Detenernos, salir del enajenamiento y pensar, darse cuenta, tomar conciencia de nuestro guión interno, que suele contener distorsiones y magnificaciones a mansalva. Y diría más: aplicar la voluntad de pensar “bien”, bienpensar. Con esta receta el guiso sale bien, a buen seguro.

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